No me abandones, me dijo ella en la mañana, mientras la sostenía sentada en la cama, sujetando su espalda contra mi cuerpo, tratando de mantenerla sentada, en una posición mas que incomoda, dolorosa. Pero eso quería ella. Sin poder expresar palabras muy entendibles, le veía en sus ojos que se estaba preparando, su lucha interna entre quedarse o irse estaba en su máximo punto; se que no quería pero era imposible su estado.
Era casi medio día y había pasado el efecto de su inyección, ya no sabia que hacer, si acostarse, sentarse o caminar (algo imposible). Se que si hubiera podido hablar solo diría: "Ojala poder salir volando libre y dejar todo esto", pero solo salia su dificultosa respiración.
Sus ojos, por momentos, no miraban a ningún lado, se quedaban en la lejanía, se notaba que no respondía a ningún estimulo externo. De su cuerpo salia el liquido retenido por los pinchazos de las inyecciones. No podía tragar, ya su alimentación se hizo imposible y su te de anís por la mañana con su pastilla de la presión se quedaban en la mesa de noche.
Todo se fue quedando. Su galleta de soda con queso crema, su jugo de pera, su gelatina, su consomé. Pero a pesar de todo respiraba. Lo hacia porque después de la pequeña insicion que se le hizo para extraerle liquido de los pulmones le entregaron un aparato para ejercitar la respiración, lo que ella hacia siempre3 o 4 veces al día, y como fue siempre una mujer saludable su corazón y su cerebro estaban fuertes.
Pasado el medio día, cerca de la una de la tarde me acerque a ella para sostenerla mejor y me dio un beso. Yo no le había soltado la mano en todo ese rato y la sentí apretar mi mano. No le dije nada porque se me tranco la garganta, ni pude mirarla a los ojos pues no quería que viera en los mios las lágrimas, que por mas que intente, no puede contener.
No podía estar mas tiempo sentada, había que acostarla, esa era otra odisea, así que mi padre, mi prima y mi tía me ayudaron a recostarla para que ella pudiera descansar. Entre todos la ayudamos a acostarse y al poner su espalda sobre la cama escuche de su boca de forma clara y fuerte dos palabras que ella nos tenia acostumbrados a decir y que nos hacia reír, pero esta vez, al escucharlas supe que no era nada bueno. "Ay, cono!", exclamo.
En ese momento la mire a los ojos para saber que había pasado y sus ojos luchaban por mantener el brillo de la conciencia, pero poco a poco su mirada se fue, se perdió, como desde ese instante perdí parte de mi existir.
Acabada de perder su consciencia, ya no respondía a ningún estimulo, ni a su nombre, ni a las diferentes posiciones que buscamos para que reaccionara, nada, ya estaba en el camino de la despedida. A las cinco de la tarde vino la Dra. para chequearla y nos dio el diagnostico azaroso, no tenia mucho tiempo, esta sera su ultima noche... Y no se de verdad que creí en ese momento, ya en una ocasión hacia dos meses que pasamos por algo semejante con ella y se repuso, pensé que esta vez seria igual, pero a medida que avanzaba la noche su respiración iba tornándose en un quejido, un quejido que me iba desgarrando el pecho, cada respiro era como un martillazo.
A eso de la diez de la noche me quede a solas con ella. Todos dejaron la habitación para poder hablar con ella y así lo hice. Fue mi despedida. Le dije lo orgulloso que me sentía de ser su hijo, le agradecí todo lo que hizo por mi, por mi hermana, por mi padre, por dedicar su vida a nuestro cuidado, por las tantas veces que me aconsejo. Le dije que descansara, que ya no luchara mas, que se fuera a buscar el descanso que se merecía que después de tanto dolor era lo mejor, que íbamos a estar bien y que por sobre todas las cosas donde quiera que se encontrara recordara siempre que la amaba y que siempre lo haría.
Dure mucho tiempo con ella, eran casi las once cuando termine de despedirme. Hicimos que mi padre se fuera a descansar a otra habitación mientras mi esposa y yo nos quedamos con ella. Mi esposa se recosto al lado de ella y yo sentado en el piso al otro lado con la cabeza apoyada en la cama.
Eran cerca de las doce cuando mi tía Nilda, su hermana, llamo desde Boston, no se como lo supo pero ella también quería despedirse. Le puse el teléfono en altavoz y la puse a hablar con ella. Tía le comentaba lo hermoso que era el lugar donde ella iba a estar, que no tuviera miedo, que iba a estar mejor allá, que la quería mucho y así pasaron varios minutos. Al colgar mi tía, los quejidos se redujeron y empezó a debilitarse su pulso, su respiración era cada vez mas lenta.
Yo no dejaba de mirarla y de pasarle las manos por su cabeza, por su pelo. Un pelo que le volvió a nacer después de la quimioterapia. Aun recuerdo como estaba ella cada vez que se peinaba y veía caersele el pelo al suelo, sus lágrimas eran incontenibles y decidió peinarse sin verse al espejo. Comenzó a usar pañuelos, trato de usar pelucas pero no soportaba el calor, así que prefirió usar pañuelos. Ya después de cierto tiempo se acostumbro a su falta de cabello. Aun recuerdo su alegría cuando después del tratamiento su pelo volvió a salirle.
Ahora estoy acariciando ese retoño de su pelo. Son cerca de la una y ya su respiración es mas lenta. Veo que su cabeza esta en una posición un poco incomoda por lo que la tomo en mis manos y la acomodo. En ese momento dejo de respirar. Mire a mi esposa y la abrace. Vi el reloj que esta en la mesa de noche y era exactamente la una de la madrugada del 19 de diciembre del año 2002.
A esa hora, esa día se fue mi madre al cielo y junto a ella se fueron muchas cosas mas. Una de ellas era la tranquilidad que me daba el escuchar su voz, otra era la alegría que sentía al llegar a casa y poder verla y abrazarla. Ya no soy un niño, desde ese día me he vuelto un hombre pues los ojos que me veían como niño ya no están abiertos, ni lo volverán a estar.
15 de octubre 2003
